domingo, 8 de marzo de 2009

Ella dijo por teléfono (porque es de esas mujeres que nacieron para hablar por teléfono), que ya va a llegar y un montón de cursilerías más.
Cómo si tuviera que dejarme el pelo largo, trenzarlo y contratar un dragón que me custodie una torre, y no deje pasar giles.
Cómo si tuviera que hacer un monumento al hombre ideal.
Y yo no quiero. Porque de todas mis torres, bajé solita, o con mi grupo de amigos subnormales y hermosos.
Porque de los dragones me hice amiga, tengo conciencia verde y no pienso dejar que los hagan baguettes de cuero.
Y fundamentalmente porque no quiero un hombre que me haga feliz. Yo soy feliz. Ahora, hoy, todos los días; yo busco alguien con quien compartirme.
Es cierto que llegada cierta edad las cosas cambian y es imposible no hacerse cargo de las ganas internas de estabilidad y paz, de no-adrenalina y la minimización del poco histeriqueo que me quedaba, pero tampoco quiero conformarme. Me niego rotundamente a settledownarme.
'Y sino llega...', no me voy a pintar en la parada del colectivo emocional (ya demasiado quemada tengo esa imagen de garita). Saldré caminando o corriendo y esperaré encontrar alguien que no tenga un colectivo, pero que se tenga a sí mismo, y veré que hacer.
Los cuentos de hadas no existen, y los hombres no llegan. La realidad no está tan mal tampoco, no tanto para que haya que transformarla y teñirla con anilina rosa; y los hombres... son seres humanos, animales con conciencia y llenos de errores categóricos y adorables que apenas les permiten sobrellevar sus vidas.
Ellos tampoco nacieron para rescatar a nadie.




Y la vida sí que es una caja de chocolates.

1 comentario:

Pablo dijo...

Los cuentos de hadas SI existen, creeme.