domingo, 28 de junio de 2009



podrán creer? no bastó diluir la sangre en ojos celestes y pieles claras, que me hagan parecer sosegada y coherente.
me quema la piel
la sangre
y el alma

jueves, 25 de junio de 2009

Sobre soledades

Hace unos años cuatro chicos de pelo raro se preguntaban quién era Eleanor Rigby y dónde terminaban todos los solitarios del mundo. Aquí, hoy, desde una máquina con conexión de banda ancha algo parece tomar forma de respuesta.
Aquí están los solitarios y las solitarias; aquí donde los campos huelen a fresas virtuales y no es necesario inyectarse nada para ser otro, simplemente simularlo.
El anonimato de las grandes ciudades traslocado a todo el mundo, en simultáneo: la metrópolis extendida. La quimera de ser alguien distinto todos los días, de olvidar las cosas y las gentes. Y empezar de cero.
Claro, los índices de suicidio bajarán notablemente. También el amor, los matrimonios y los cafés. Las emociones son más diluíbles, mas sutiles. Las pantallas no lloran, y los del otro lado siempre son los malos. Nuestros propios fantasmas huyen al sonido de los teclados, cómo no habrían de hacerlo si es nuestro yo más ideal el que escribe? Los otros yo, los menos perfectos, los más impredecibles, los más inestables, los más incoherentes son los que nos enfrentan en los espejos de las mañanas, en las verdulerías, en los subtes y en la calle. Los que molestan. Los que preguntan, reflexionan, sufren.
Es más fácil olvidar, que reconocer. Tragarse los dolores, aprender de lo hecho y lo no hecho, desilusionarse y crecer. Si uno pudiera elegir, eligiría no lastimarse nunca. Y nunca lastimar a nadie.
Pero fuimos diseñados para crecer, para todo el resto de las cosas. Creados para vivir, no para navegar. Para pintar con los dedos, no para los fotologs. Para el sexo, no para la pornografía. Para los demás y por los demás. Todo nuestro cuerpo, hasta la última minúscula célula de tus receptores nerviosos en el fondo de la retina sirve pura y exclusivamente para mirar a otro ser humano.
Ser un solitario en simultáneo no es dejar de estar solo.