domingo, 22 de febrero de 2009

,robado de otro blog. uno bueno.

Yo necesito que me pase algo lindo. Algo bueno. Algo simple. Algo fácil. Algo inesperado. Necesito que alguien se enamore perdidamente de mí. Necesito ganarme la lotería. Heredar una mansión de una tía lejana. Recibir un ascenso. Irme de viaje tres meses. Necesito algo así: caído del cielo.
Pero no necesito que me pase algo maravilloso por el suceso maravilloso en sí. Necesito que me pase algo lindo para volver a creer que esas cosas pueden pasarme a mí. Para volver a creer en mí y en el mundo. Para salir del ghetto de la mala suerte, para dejar de vivir como una leprosa que mira desde afuera a la gente que a veces la pasa bien.
Hay un momento clave en la vida de las solteras crónicas, en el que empezamos a aceptar que ciertas cosas sólo le pasan a otras. Que si alguien está interesado en nosotras, seguro es asesino serial. Que si nos regalan un viaje, seguro nos van a robar los órganos. Que si heredamos una casa, es porque está embrujada y hay fantasmas de niños con cara de viejo escondidos en el placard. Pero no es un reclamo ni un brote de victimismo. Es una certeza tranquila, una suerte de resignación. El amor le pasa a otras.
Yo debería haber previsto lo de Matías perfecto. No por los indicios que dio, ni por las advertencias de Marcelo, ni porque los príncipes azules no existen, sino porque es inverosímil que algo como eso me pase a mí. Ya lo dije antes. Yo soy la que se queda en bolas en el medio de una fiesta, la que descubre que su novio sale con otra en año nuevo, la que hace una torta durante dos días enteros y se la aplasta en la cara sin querer, dos minutos antes de servirla. Yo soy una tragedia.
Desgraciadamente, sólo el tiempo va a poder probar toda la verdad que esconde mi teoría.
Si dentro de diez años me caso, rendida y gris, con Rodrigo, mi ex, y tengo dos hijos sin gracia, mediocres, que miran mucha televisión y hablan con la boca llena, entonces yo tenía razón.
Si, en cambio, conozco al amor de mi vida y nos hacemos viejitos juntos, yo estaba equivocada.

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